lunes, 11 de mayo de 2009

Valparaíso de mi amoooooor


Valpo, ciudad llena de magia, historia y nostalgia como dicen los visitantes, hoy patrimonio de la humanidad. Es una ciudad muy especial, sus casas coloridas de diferentes arquitecturas, diseños, formas, texturas, dispuestas en las laderas de los cerros como si estuviesen a punto de derrumbarse. Sus escaleras interminables, sus ascensores antiguos pero muy útiles hasta ahora. El aire fresco y limpio que se siente por estar justamente cerca del mar. Las plazas, llenas de personajes, artesanos, música, ferias de antigüedades, libros, discos y mil cositas que son imposibles de dejar pasar sin antes contemplarlas y preguntar por su valor. El mercado, que lugar tan folclórico, es ahí donde se come un buen pescado o un chupe de camarones increíble, hay que dejar un poco de lado las sutilezas, se ven muchos gatos paseándose por las piernas mientras comes, los vasos no están esterilizados, la atención es lenta pues las velocidades son diferentes al compararlas con Santiago, pero aún así salimos de los restaurantes todos con una guatita que estallará en cualquier momento. Los cafés deliciosos, místicos y antiguos que le dan un toque especial a las tardes. Más por la noche, empiezan a resaltar los bares con sus luces que te invitan a probar diferentes tipos de cervezas artesanales, el inolvidable y tradicional J. Cruz que ofrece unas chorrillanas de miedo y que divierte al turista mientras espera su plato para que pegue alguna foto en las murallas o escriba algún recuerdo en la mesa.

El Puerto que no descansa nunca, donde te sientes tan minúsculo al pararte frente a esos barcos enormes que trasladan cosas de allá para acá. Los paseos en lancha que te llevan a ver a los lobos marinos que ya están entrenados para hacerle alguna gracia a la gente. La caleta con pelícanos y gatos aguardando por alguna sobrita que los pescadores se animen a darles. En fin, son tantas cosas que hacen de esta ciudad inolvidable y extrañable. Tengo ganas de volver para volver a sentir lo mismo una y otra vez, sin cansarse ni aburrirse, al contrario, siempre agradeces que aún siga en pie, para poder seguir disfrutándola.

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