lunes, 21 de noviembre de 2011

Sí... yo conozco un torturador

Conocí a un verdadero mounstruo del pasado, entrenado para guardar silencio hasta la muerte, sin saber saber bien cómo fue "educado" y sin posibilidad alguna de obtener detalles de su testimonio, sólo puedo decir que fue un competente militar de la DINA, no hace falta ser adivino para saber que no era precisamente quien servía los almuerzos en las misiones que le eran encomendadas en Antofagasta y Valdivia. Supe que mientras repetía a su círculo "no hay mejor comunista que comunista muerto", adoraba a su gran Mamo Contreras, decía que era un caballero tremendamente respetuoso y amigable. Hasta hoy oculta una verdad tan cruda y puede vivir feliz y campante con su familia, pero me da la sensación de que no se siente orgulloso de sus actos, de hecho lo llama su pasado oscuro. Reconoció alguna vez que a sus amigos se les pasó la mano, hecho que lo dejó muy perturbado y alterado según un testigo (adolescente) que ignoraba completamente los detalles de su "trabajo". Me puse a pensar en él, que lo conozco desde hace 29 años, lo veo poco porque trato de no mantener ningún tipo de contacto pero siempre sé lo que hace, conozco a su familia, he estado en su casa incluso cuando era chica, le pedía prestada la bicicleta de su hijo cuando viajaba al sur de vacaciones, supe que cerró hasta sus redes sociales porque lo acosaban demasiado y no precisamente mujeres celosas. Cómo estará la familia de aquellas víctimas...


Si lo tuviera en frente le preguntaría tantas cosas, si lo disfrutó o si sufrió siendo testigo o victimario, si recuerda los nombres de los interrogados, si consideraba justa la "guerra", si se siente arrepentido o culpable, a cuántos, a quiénes se le pasó la mano, qué había metido en su cabeza, qué lo convirtió en torturador, etc.


Si fuera yo una de aquellas madres enlutadas creo que no sería muy cortés la entrevista que tendría con este sujeto, más bien quisiera verlo muerto. Pero como yo no soy una madre ni una asesina no puedo pensar en eso, en castigarlo sí y sin duda.


Él con su vida feliz y traumada no sanará nunca el daño a las víctimas ni a sus familias pero al mismo tiempo pienso en el momento de elección que tuvo, el preciso momento en el cual aceptó hacerse cargo de "desmalezar el jardín". Cómo perdonar y cómo entender algo así.


Será que existen torturadores realmente arrepentidos o que justifiquen sus actos por el hecho de haberse visto amenazados por sus superiores. Tal vez en mi interior me conformaría saber que algo cambió en sus mentes, que nunca serán realmente felices, que ni un solo día olvidarán.


Hoy veo en las noticias el caso de Rodrigo Anfruns, un niño pequeñito asesinado por un mocoso y así como otros tantos que siendo tan jovencitos tuvieron que decidir a quién matar y a quien dejar vivir.


Cómo hacer justicia si nuestro país protege y defiende a gente tan perversa, quién repara el daño que deja la ausencia de un ser querido.


Asco me da todo esto, ni siquiera la muerte sirve para sanar.



1 comentario:

Pachi dijo...

Justicia sería ideal, pero me conformaría más con un país que asuma su pasado y sobretodo que los culpables asuman su error y pidan perdón.

Muchos países que han pasado por procesos de violencia como los de la dictadura de chile han tenido su proceso de sanación. En cambio acá solo se dedican a justificar lo injustificable o a negarlo. Una verguenza.