sábado, 5 de noviembre de 2011

El día de los muertos

Por qué cuando tiene que pasar algo raro, siempre sucede en el campo. Resulta que siempre para el día de los muertos la gente con más cargo de conciencia asiste a los cementerios a dejarle flores a sus deudos, como siempre todos los años colapsan. En el sur viví un fin de semana largo bastante diferente a lo que hubiese esperado. La gente de Purén (región de la Araucanía) es bien especial... de partida lo primero que había que hacer llegando al campo era ir a limpiar la tumba de los abuelitos, uno pensará qué más da pegarle una limpiadita a los tarros con agua podrida y sacar flores secas. La cosa no era tan sencilla, pulcra era la palabra que yo usaría para describir el resultado de la jornada de aseo. La gente hasta enceraba el cemento para abrillantar los pequeños muros que sujetaban las placas, en el cementerio todos se encontraban en la misma faena y se saludaban entre sí como si fuera un evento masivo al que todos los del pueblo estaban invitados. No sólo había que limpiar la tumba de los abuelitos, sino también la de otras personas familiares por otro lado y si te dabas cuenta todos los finados del cementerio tenían algo que ver con la familia que visité, es decir, en este evento eran conocidos los muertos y los vivos. Luego de esa ardua labor, al día siguiente venía la tarea de buscar ramas. Yo ingenua pensé, qué son unas ramitas para acompañar las florcitas... resulta que fuimos a un bosque en un terreno de un señor X que tenía bosques de avellanos maravillosos. La tía con un cuchillo y un azadón fue a cortar las ramas que no eran del tamaño que imaginé, casi destruye un buen porcentaje de bosque nativo que echó en la camioneta. Yo no dejaba de insinuarle que me parecía excesiva la cantidad de ramas, que más bien eran ganchos de árboles enormes y no sólo avellanos, también se trajo un par de pinos para navidad con raiz incluida. Sin el afán de pelar sino de entender su manera de pensar, seguí acompañándola en su labor para estar impecable el día de los muertos.

Otra vez en el cementerio me encontré con la duda que se venía de cajón, dónde meter las ramas? una vez que ya capté que no era sólo una tumba la que había que enchular, en los tarros enterrados y llenados con agua ponían muchas ramas que afirmaban las flores. El resto de las personas hacía exactamente lo mismo con sus finados. Cada tumba medía aproximadamente 2 x 2 m2 o más, así que no era pequeño el espacio que debíamos adornar. Cómo explicar que hasta faltaron ramas... hasta una tumba de un niño o niña fallecido hace muchos más años atrás que los abuelitos estaba tan abandonada y hasta sepultada con tierra de otras tumbas vecinas, era el momento para repararla y llenarla de flores y ramas. Sobre la superficie de las tumbas ponían copos como les llamaban ellas, habían comprado millones de hortensias y les sacaron la punta llena de florcitas, formban un colchón de copos en cada tumba. Los parientes y los que no eran parientes también tenían sus copos. Andaban todos en la misma cosa, las colas para sacar agua eran enormes, el aroma a fango también fue una dura experiencia.

Para peor, había que estar atentos porque justo el día de los muertos venían los malosos y sacaban las flores recién aregladas y las vendían afuera del cementerio. De todo se saca una oportunidad de negocio...

Total que ese fin de semana se lo dediqué a varias personas que ya no están con nosotros, sentí hasta pena por su partida sin haberlos conocido, pero el esfuerzo de días de la gente para tener sus tumbas hermosas y decoradas de las formas más insólitas, parecía competencia de quién tenía su muerto más lindo.

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